El silencio tiene peso, y se acumula en los rincones. Como una luz perdida que no encuentra lugar.
Toda la vida quise ser músico, y toda la vida me la pasé posponiéndolo. Desde que era adolescente, cuando todo empezó como un juego con mis amigos, y nos juntábamos en un garage para hacer un poco de ruido. A partir de ese momento quedaron de lado mis aspiraciones de ser periodista deportivo y me creí (quizás más en esa época que en cualquier otra) que si nos poníamos las pilas y nos empezaba a escuchar mucha gente, podíamos "llegar". Si, como el futbolista que llega a primera, el sueño del pibe adolescente, con flequillo rolinga y Topper de lona, era asomar la cabeza afuera. Afuera del tumulto, afuera del montón.
Fue una linda época, sobre todo por la inocencia. Esa bendita inocencia que te aleja de los límites "reales" que te vas poniendo a medida que crecés. Es una etapa donde realmente creés que podés con todo y no tenés tanto miedo a las cosas, ni a las personas. Pero de golpe y sin darte cuenta se termina el colegio y de repente tenés que salir a la vida, una vida que ya nos habían explicado que iba a ser difícil, porque no había trabajo. Así que más vale que nos dejáramos de joder con la guitarrita y nos pusieramos a estudiar una carrera de verdad. No sea cosa que terminemos trabajando de profes de música en un colegio, no? Ni loco! Cuánto voy a ganar? Tengo que ser ingeniero para conseguir laburo en una multinacional y así estar tranquilo y seguro. La música ya quedará para los ratos libres. Hay que madurar.
La experiencia, dicen, es un peine que te regalan cuando te quedás pelado. Y hay algo de cierto en eso. Lo que pasa es que siempre creí que cuando tuviera 40 ya iba a ser tarde para todo. Crecimos con una concepción de la vida completamente rígida, donde había que elegir un camino y aferrarse a él como lo más valioso que tenemos. Y ese paradigma ha creado más infelicidad en el mundo que cualquier otra cosa.
Un abrazo.
Gaby.
Y vos? Qué sueños mataste? Dejame un comentario.

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